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Restauran un importante edificio de la Ciudad para que sea la sede de la Iglesia de la Cienciología

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La cienciología la religión de los actores de Hollywood, como Tom Cruise y John Travolta, compró un histórico edificio en la Ciudad de Buenos Aires para convertirlo en su sede en la Argentina.

Situado en el corazón del microcentro de la Ciudad, el Societá Unióne Operai Italiani, alguna vez considerado el edificio más reconocido construido por los inmigrantes italianos en Argentina, experimentó una transformación preocupante que lo colocó al borde del abismo.

Asimismo, este monumento, que en la antiguedad fue una impresionante joya de estilo Art Nouveau con una fachada desarrollada por el arquitecto Virginio Colombo, con una extensión actual de 2282 metros cuadrados, enfrentó durante años un sombrío panorama marcado por la completa desidia en su conservación.

Al mismo tiempo, la propiedad actualmente se encuentra ahora en manos de la Iglesia de la Cienciología (Church of Scientology) de Argentina, que está inmersa en un activo proceso de rescate para restaurar su antigua impronta.

Situado en la calle Sarmiento al 1374, a menos de cuatro cuadras del Palacio Barolo, el edificio conmemoró sus 150 años a principios de este año, marcando un legado que se remonta a su inauguración en 1874 como la sede inaugural de la Sociedad Unione Operai Italiani. A la vez, esta entidad, la tercera sociedad italiana establecida en Argentina tras Unione e Benevolenza en 1858 y la Nazionale Italiana en 1861, se destacó como la pionera en fundar escuelas gratuitas en italiano para niñas poco después de su establecimiento. Luego, a lo largo de los años, el edificio fue testigo de la presencia de prominentes figuras como Julio A. Roca y Juan Domingo Perón en uno de los sectores más destacados de la sede: el Salón Augusteo, o salón principal.

Asimismo, inclusive a pesar de encontrarse en un estado de abandono, este espacio deja sin aliento a quienes lo visitan, con un esplendor pasado palpable en los elementos que aún permanecen. En tanto, su techo meticulosamente pintado evoca la grandeza de lugares emblemáticos como el Teatro Colón o la librería El Ateneo y se complementa con dos estatuas de los torsos de un hombre y una mujer sosteniendo las columnas que enmarcan el escenario, donde antaño resonaban los acordes de conciertos.

Por otra parte, en sus paredes se perciben vestigios de lo que alguna vez fueron grandes espejos, en tanto que las aberturas en el techo sugieren que el salón albergó en su momento impresionantes arañas de cristal. A la vez, todas sus ornamentaciones dan testimonio de la rica integración de la cultura italiana de ultramar, que utilizó el Salón Augusteo no solo para realizar banquetes y sorteos, sino también para vibrantes mítines políticos.

Asimismo, su edificación sucedió en dos fases distintivas: la primera durante la década de 1880 y la segunda justo antes de la Primera Guerra Mundial, cuando el maestro del Art Nouveau en Argentina, Virginio Colombo (1884-1927), dejó su huella. Este influyente arquitecto ítalo-argentino es reconocido por su destacada contribución al modernismo ecléctico, parte de la ola de arquitectos italianos que se establecieron en la ciudad en su tiempo.

Sin lugar a dudas, la última intervención a cargo de Colombo se destaca por su maestría en la fachada y los vestíbulos del edificio. Así, inicialmente concebido como un salón de actos, la creciente necesidad de espacio llevó a convocar al arquitecto para realizar una expansión que abarcó varios cuerpos sobre el Salón Augusteo, el núcleo principal del edificio. En tanto, Colombo, desplegando su notable talento, no solo amplió el espacio, sino que también introdujo oficinas, viviendas para alquilar y anexó una escuela en la sección posterior de la estructura.

Por otro lado, el edificio se transformó en una casa de renta de dos cuerpos: uno en el costado y otro en la parte frontal, manteniendo el salón en pleno funcionamiento. A la vez, el resultado fue la creación de departamentos con techos de casi cinco metros de alto y dos pequeños locales comerciales, junto con su respectivo sótano, que eran alquilados por la sociedad. Asimismo, se habilitó un área escolar, accesible a través de un estrecho pasillo ubicado justo después de la primera puerta a la izquierda. “Realizando una suerte de arqueología arquitectónica, al explorar varios pisos, nos encontramos con medidores de gas y tableros eléctricos, lo que nos confirma que el edificio estuvo dividido en unidades funcionales”, indica Guillermo Andrés Spagnuolo, el arquitecto a cargo del proyecto.

Al mismo tiempo, la impronta distintiva de Colombo, caracterizada por la fusión de elementos de la arquitectura medieval, como arcos redondeados y ornamentaciones florales, queda claramente reflejada en la fachada del edificio, aunque en la actualidad se encuentra oculta tras andamios dispuestos para su restauración. “Pertenece al movimiento liberty milanés, expresión del Art Nouveau en el norte de Italia”, cuenta el investigador y especialista en arquitectura argentina de autor, Alejandro Machado. “Similar a otra obra de Colombo en Hipólito Yrigoyen al 2500, conocida como Casa Calise, esta edificación exhibe numerosos ramilletes de rosas, el nautilus (una decoración característica de Colombo que representa al molusco), cuatro cariátides de mujeres y una profusión de floreros que destacan como remates”, indica el investigador.

Por otro lado, la transformación de Colombo se extiende desde 1911 a 1913, y a partir de 1916 el edificio comienza a operar de manera autónoma, prescindiendo de cualquier tipo de ayuda externa. Durante los años siguientes, albergó eventos, funcionó como escuela primaria Colegio Edmondo de Amicis e incluso fue utilizado para una bailanta.No obstante, en la década de 1980, inició un declive que culminó en su cierre completo en los años 90. “Prácticamente quedó abandonado a su suerte”, indica el arquitecto.

Asimismo, el edificio, bajo la administración de la sociedad italiana, quedó sin recibir intervenciones significativas. Por otra parte, en un momento dado, padeció un incendio interno, y una parte de la estructura diseñada por Colombo en el terreno adyacente se desplomó, causando un derrumbe en parte del salón principal. A la vez, entre 2003 y 2008, esta joya arquitectónica estuvo disponible en el mercado en busca de compradores, aunque su condición era tal que el edificio parecía más próximo a un estado de deterioro irreversible que a ser objeto de adquisición.

Por otra parte, no fue sino hasta 2011 cuando la Iglesia de Scientology, una religión fundada por el escritor L. Ron Hubbard en la década de 1950, adquirió la propiedad por US$1,5 millones con la intención de convertirla en la sede de la Iglesia Madre de Cienciología en Argentina. Aunque de origen relativamente reciente, este movimiento religioso captó considerable atención cuando figuras famosas de Hollywood, como el actor Tom Cruise y John Travolta, que se unieron a el.

Asimismo, con su denominación en español como Cienciología, la Iglesia se registró oficialmente en 2008 ante la Secretaría de Culto como la Iglesia de Scientology de Argentina. A la vez, el viaje de esta religión hacia Argentina inició en la década de 1980, aunque la inauguración de su primer centro en el país tuvo lugar en 2006, situado en un edificio en la esquina de Ayacucho y avenida Santa Fe.

Por otro lado, a pesar de su valor histórico, aparece el interrogante de por qué alguien desearía invertir una considerable suma de dinero en un proyecto que básicamente requiere una restauración desde cero, además de que se estimó un presupuesto de entre US$5 y US$7 millones para su rescate. Gustavo Libardi, presidente local de la Iglesia de Scientology, ofrece una perspectiva peculiar: “Lo compramos porque, como me dijo una vez un inmobiliario, la gente se enamora de los edificios como de un novio. No hay mucha lógica, o te gusta o no”. En tanto, lo que más atrajo a la Iglesia fue el valor patrimonial. “Somos conscientes de los desafíos que implica, pero tras múltiples deliberaciones con la organización internacional, que envió representantes desde Los Ángeles para evaluar el edificio y su ubicación, decidimos adquirirlo”, dice Libardi.

Luego de adquirir la propiedad, la Iglesia tenía la esperanza de iniciar rápidamente las obras, consciente de que cuando se trata de edificios en un estado tan avanzado de deterioro, el factor tiempo se convierte en un elemento clave. “Aquí en Argentina se elaboró un proyecto arquitectónico que obtuvo los permisos en 2014. Dado que el edificio está reconocido como patrimonial, está sujeto a dos aprobaciones: la del Área de Patrimonio Histórico (APH) y la de la ciudad de Buenos Aires”, comenta el presidente.